Esta historia ocurrió hace ya algún tiempo, pero cada vez que entro en una farmacia o cada vez que tengo que hacer algo en una batería de coche, me acuerdo y me entra la risa:
Me había dejado tirado mi Golf. Por aquel entonces vivía en el centro de Sevilla. El trabajo lo tenía a poca distancia, de modo que me iba a pie. El coche sólo lo usaba cuando tenía que ir a algún sitio más lejos o para ir a algún centro comercial a comprar. Un día que precisamente iba a ir de compras, no me arrancaba. Bueno, no es que no arrancara, es que no hacía ni “mú”.
La principal sospechosa: la batería. No me extrañaba nada. Hacía por lo menos 6 años que la había cambiado y era muy probable que hubiese dado su último suspiro. Así que llamé a un «compi» que vivía cerca para que me diese un “biberón” – bueno a mí no, al coche…
Yo vivía en la Alameda de Hércules, mi amigo Mariano vivía muy cerca en la Plaza de Montesión. A pie era una distancia que se podía recorrer en pocos minutos, pero en coche era una odisea. Para llegar al lugar donde yo tenía el coche, el pobre Mariano había tenido que salir del casco histórico y volver a entrar desde otra calle. En total una faena de más de media hora. Pero lo peor de todo: ¡ Que había tenido que dejar una plaza de aparcamiento ! En el casco histórico de Sevilla matas por un hueco donde dejar el coche.
Os cuento esto porque quiero resaltar el esfuerzo que aquel día tuvo que hacer Mariano.
Lo bueno de quedar con Mariano era que, fuese cual fuese el motivo de nuestro encuentro, al final siempre terminábamos tomando cerveza en el bar “Vizcaíno”… y casi siempre lo cerrábamos. Así que aunque a Mariano le supuso un esfuerzo echarme una mano, seguramente lo hacía con mucho gusto.
Mariano llegó y colocó su coche paralelo al mío. Enganchamos los cables y… ¡ nada ! El motor de arranque no hacía nada. No se encendían ni las luces del cuadro. Bueno, pues nada. A por una batería nueva.
Después de una hora ya teníamos una fuente de energía nueva para mi Golf. “En pocos minutos esto va a estar otra vez andando de lujo”, me dije y mientras aflojaba las tuercas de los bornes me dí cuenta que había descuidado un poco el mantenimiento de éstos. Tenían una capa de óxido de color amarillento. Sentía un poco de vergüenza. Esto no le puede pasar a un «apretatuercas». Pero son las típicas tareas que vamos dejando para más adelante y cuando nos damos cuenta, ya es demasiado tarde.
Por eso ahora que iba a cambiar la batería quería aprovechar para limpiar los polos y protegerlos. Si lo hubiese visto antes de ir por la batería, hubiese comprado una grasa que hay especial para esto. Ahora me tendría que conformar con untarle otra cosa. Había una farmacia justo en la esquina donde estábamos “trabajando”. “Ahí seguro que venden vaselina”, pensé.
Bueno, pues cambié la batería, limpié los bornes y…. el Golf arranca a la primera. ¡ Olé mis huevos ! “Mariano, ya mismo estamos apollaos en la barra del Vizcaíno”, le dije.
Pero antes había que ir a por la vaselina para los bornes. No quería dejarlo para otra ocasión porque sabía que al final no lo iba a hacer.
Así que entramos los dos en la farmacia y nos atiende una chica muy maja. “ Necesito vaselina”, le digo. Ella, sonriente, nos mira a los dos y pregunta: “ ¿Alguna marca en especial, la queréis perfumada?”
Tengo que decir que en ese momento mi cerebro no captaba el verdadero motivo de esa pregunta. Yo ya estaba pensando en la recompensa en forma de zumo de cebada, así que le dije a la chica que me daba igual “ una cualquiera, el tubo más pequeño que tenga”, le contesté.
Ella cogió una cajita azul de una estantería a su lado y mirándonos de nuevo a los dos nos dice: “Llevaos esta. Esta va muy bien. Es la que se llevan casi todos…”.
Moraleja de hoy:
• Los amigos verdaderos se ayudan siempre el uno al otro
• El mantenimiento de la batería de un coche es algo que hay que tomarse muy en serio
• Si dos hombres van a una farmacia a comprar vaselina, esto puede tener muchos motivos.